Al caminar por un jardín lleno de flores, me deleito por la variedad de colores y fragancias. Cuando hago una pausa y observo más cuidadosamente, veo que no hay dos flores idénticas.

Aprecio tanto la belleza exquisita del jardín como la contribución singular y única que cada flor ofrece. Percibo la belleza de Dios en la hermosa diversidad de colores, formas y fragancias.

Al crecer en conciencia espiritual, reconozco que la familia humana, todavía más magnífica que un jardín lleno de flores, refleja la belleza y la gloria de Dios. Cada grupo étnico, cultural y espiritual en la familia humana enriquece nuestra experiencia humana. Cada persona expresa la belleza de Dios de manera única.

Comparto este planeta con un número incontable de criaturas. Tal vez tenga mascotas que amo, tales como perros o gatos, mas también aprecio aquellas que viven en su hábitat. Compartimos un vínculo universal, respiramos el mismo aire y experimentamos la vida al mismo tiempo.

Siento gratitud por todas las criaturas de la tierra. Es asombroso recordar que fueron creadas por Dios. Cada una ha sido infundida de vida y se expresa plenamente según su género.

Bendigo los animales de la tierra y me esfuerzo para cuidarlos y protegerlos. El mundo no estaría completo ni sería lo mismo sin cada una de las criaturas de Dios. Ellas hacen de este mundo el lugar diverso que es.

En momentos difíciles, me dirijo al evangelio de Mateo, a las palabras alentadoras que Jesús compartió con sus discípulos: “Para Dios todo es posible”. Hay una sola Presencia y un solo Poder en el universo: Dios, Omnipotencia. Jesús les habló a sus discípulos acerca del reino de los cielos —no un sitio geográfico, sino un estado de conciencia.

Entro a la conciencia del reino de los cielos cuando aquieto mi mente y dejo ir cualquier apego a las apariencias. Me concentro en el Espíritu divino. Le niego permanencia a las situaciones y poder a las condiciones. Practico la presencia de Dios. Siento y expreso tranquilidad. Con seguridad y fe inquebrantables, sé que la paz en el mundo comienza conmigo.

Yo soy una creación de Dios, siempre conectada con lo Divino. Puede que dentro de mí tenga un libro que todavía no he escrito, una canción que no he compuesto, un bello jardín que no he sembrado, o quizás pueda ser inspirado a enseñar a los demás. El proceso creativo está activo en mí, y yo soy un canal abierto, receptivo y dinámico para su expresión. Recibo con beneplácito el viaje de descubrimiento.

Existen muchas maneras de expresarme. Mi mente es hermosa y tiene el poder del pensamiento creativo. El campo de ideas de las cuales cosecho mi creatividad es infinito e ilimitado, porque Dios es mi fuente y mi provisión. Mi mente es mi prosperidad. Avanzo gracias a esta comprensión y siento gratitud por Dios en mi vida y como mi vida.