Mis intenciones poderosas guiadas por Dios dan forma a mi vida.
La vida de Jesús ha inspirado a la gente a través del tiempo. Como una luz, Su vida y Sus enseñanzas han iluminado el camino para quienes buscan la Verdad. El ejemplo de Jesús me inspiran a dejar que mi propia luz resplandezca. Afirmo las palabras del evangelio de Juan: “El Padre y yo uno somos”. En unidad con Dios, oro y fijo mis intenciones para el futuro.
Permanezco receptivo a la guía divina. Estoy consciente de quién soy y de mis pensamientos, palabras y acciones. En armonía con la gracia y la bondad de Dios, busco primeramente estar consciente de Su presencia en mí. Mis intenciones, guiadas por el Espíritu divino, dan forma a mi vida.
Procurando hacer las cosas honradamente, no sólo delante del Señor sino también delante de los hombres.—2 Corintios 8:21
VALIÉNDOME DEL ESPÍRITU MORADOR, DESARROLLO PACIENCIA.
La paciencia no sólo es una virtud sino también una práctica. En una cultura cada vez más activa, a veces, se valora más el tiempo que las relaciones personales. Puede que apure una conversación para llegar a lo que siento que es más importante, pudiendo a ser hasta brusco para lograrlo.
Me doy cuenta de la virtud de la paciencia. Practicar esta habilidad me infunde la voluntad de ser amable con los demás, aun cuando no piense que tengo tiempo. Esto incluye paciencia conmigo mismo. Me doy permiso para cometer errores y expío cualquier error, pidiendo perdón cuando sea apropiado.
El apóstol Pablo escribió: “El amor es paciente y bondadoso…” Expreso el amor de Dios por medio de la paciencia.
Sean humildes y mansos, y tolerantes y pacientes unos con otros, en amor.—Efesios 4:2
PIENSO CREATIVAMENTE PARA ENCONTRAR SOLUCIONES Y CREAR CAMBIO.
Cuando soy receptivo, atraigo ideas nuevas que tienen el poder de transformar mi vida. La habilidad de pensar de maneras nuevas y diferentes me permite mejorar mi perspectiva, mis sentimientos y comportamientos.
Cuando deseo cambiar o transformar algo acerca de mí o de mi vida, primero me ofrezco amor y aceptación. Luego, busco el apoyo que necesite para dejar ir la resistencia al cambio. Una vez que estoy receptivo a ideas nuevas, obtengo comprensiones más cabales y profundas. Enfoco mi atención en las soluciones en vez de notar lo que no funciona. Me fijo metas realistas que fomentan el éxito.
Mantengo mi mente y corazón abiertos a las nuevas ideas y recibo el cambio gozosamente.
Y no adopten las costumbres de este mundo, sino transfórmense por medio de la renovación de su mente.—Romanos 12:2
SOY CONSCIENTE DE LO QUE MI CUERPO NECESITA PARA SER SALUDABLE.
Cada día, soy inundado con productos, planes e ideas de cómo mantenerme sano. Pero sé que la salud es un trabajo interno, una experiencia de mente y cuerpo que es única para cada persona. La clave es estar consciente de lo que mi cuerpo necesita.
Para vigilar mi salud, tomo conciencia de lo que como y cuánto descanso. Después de todo, es mi cuerpo y soy el único responsable de su bienestar. Éste es el único vehículo que tengo para experimentar esta vida, y honrar sus necesidades apoya el propósito y trabajo de mi alma en el mundo.
Porque cuido de mi cuerpo con esmero y conciencia, tengo la seguridad de que me sentiré más enérgico y vibrante cada día. Voy en pos de mi propósito divino saludablemente.
La luz de los ojos alegra el corazón, y las buenas noticias fortalecen los huesos.—Proverbios 15:30
Yo soy parte de una Presencia y un Poder que me mantiene en quietud y calma. Sin importar lo que suceda en mi vida, oro y medito para despertar de nuevo a esta verdad. Hacerlo me permite saber que nada puede perturbarme ni sacudir mi fe.
Declarar esta verdad ante lo desconocido me recuerda que sólo el bien puede venir a mí. Dejo ir cualquier preocupación o inquietud y descanso en el saber que el poder de Dios está presente dondequiera que estoy. Nada ni nadie puede estar en mi contra. El bien de Dios en mi vida es una realidad siempre presente, no importa lo que parezca estar sucediendo en situaciones externas. Veo mi vida con visión espiritual. El orden divino es todo lo que existe.
¿Qué más podemos decir? Que si Dios está a nuestro favor, nadie podrá estar en contra de nosotros.—Romanos 8:31
Tengo un vínculo innato con un Dios amoroso que no puede ser roto. La experiencia de amor como una emoción humana puede terminar, mas el amor divino es eterno. Dios es amor, y este amor perfecto es parte de mi naturaleza. Tengo acceso a este amor en todo momento.
El poeta Hafiz escribe: “Una vez pregunté a un pájaro, ‘¿cómo es que puedes volar en esta gravedad de oscuridad?’ Él respondió: ‘El amor me eleva’”. Cuando me siento triste o descorazonado, enojado o temeroso, me dirijo a la presencia del amor que siempre está disponible para consolarme. Puedo cambiar mi enfoque del dolor al amor, sabiendo que el amor es la base de toda la creación. En las noches más oscuras, permito que el amor me eleve.
El amor es de Dios. Todo aquel que ama, ha nacido de Dios y conoce a Dios.—1 Juan 4:7
Cuando el místico norteamericano Charles Fillmore llamó a la fe “el poder perceptivo de la mente”, me retaba a ejercitar mi autoridad proveniente de Dios para crear mi mundo. Ahora tomo este poder y lo ejerzo para crear la clase de vida que mi corazón desea realmente. Incluyo en esta visión relaciones personales armoniosas, oportunidades abundantes, salud radiante y despertar espiritual.
Enfoco mi mente en el éxito, la paz y el bienestar en mi vida y mi mundo sin dictar los detalles de cómo debe llevarse a cabo. Pongo todo esto en manos de Dios y siento que mi sensación de seguridad y confianza aumentan. Sé y afirmo que todo se mueve en la dirección de mi bien y que todo está bien.
En ti confían los que conocen tu nombre, porque tú, Señor, proteges a los que te buscan.—Salmo 9:10
La curación verdadera es el regreso de mi cuerpo, mente y mis emociones a su equilibrio, a su estado natural. Es la restauración del patrón espiritual en todas las partes de mi ser. Yo soy la imagen y semejanza de Dios en expresión. En un período de quietud y meditación renuevo mi conciencia de las cualidades divinas en mí.
Mi mente se aquieta, mi cuerpo se vuelve receptivo y la luz sanadora de Dios resplandece en mí. Mantener la armonía en mi mente y cuerpo fomenta mi bienestar innato. La salud es mi estado natural de ser, e invoco ese poder dador de vida en mí ahora. Sonrío, dando evidencia de la energía sanadora de Dios que mora en mí. Yo soy sano. Yo soy libre.
Pero les traeré salud y medicamentos, y los sanaré, y les haré experimentar una paz abundante y duradera.—Jeremías 33:6
Lecturas de hoy Martes de la 30ª semana del Tiempo Ordinario
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,18-25): Sostengo que los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un dia se nos descubrirá. Porque la creación, expectante, está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios; ella fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por uno que la sometió; pero fue con la esperanza de que la creación misma se vería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que hasta hoy la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto. Y no sólo eso; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la hora de ser hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza fuimos salvados. Y una esperanza que se ve ya no es esperanza. ¿Cómo seguirá esperando uno aquello que ve? Cuando esperamos lo que no vemos, aguardamos con perseverancia. Palabra de Dios