Mi mente, cuerpo y espíritu actúan como una fuerza poderosa para el bien.
Mi mente o tiene pensamientos de temor y limitación o de amor y posibilidades; mi cuerpo responde a su medio ambiente interno y externo; y mi espíritu infunde todo lo que me comprende. Mi mente, cuerpo y espíritu están en comunicación constante.
Si siento incomodidad en mi cuerpo, encuentro consuelo en el Espíritu mediante afirmaciones saludables. Mantengo mi mente abierta y positiva. El cuerpo tiene la sabiduría del Espíritu y, al prestarle atención, puedo recabar información valiosa. Cuando no estoy seguro acerca del mensaje de mi cuerpo, respiro profundamente y le pregunto qué me trata de decir. Presto atención a mi mente, cuerpo y espíritu.
Si todo tu cuerpo está lleno de luz, y no participa de la oscuridad, será todo luminoso, como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor.—Lucas 11:36