Puede que guarde resentimiento en contra de alguien que hizo o dijo algo que me hirió. Sin embargo, el juicio y la culpa no me proporcionarán paz ni curación. En mi corazón reconozco la verdad: sólo el perdón aliviará mi sufrimiento.
Al perdonar, quito un gran peso de mis hombros. Ya no culpo a otra persona por mi infelicidad o infortunio. Puede que reconozca, sin condenación, que se han cometido errores, pero dejo ir el resentimiento y permito que mis experiencias sean transformadas por el amor y la compasión. Al perdonar, me libero de la energía negativa y hago espacio para la creatividad, la prosperidad y el gozo. Al perdonar a otros y a mí mismo, siento el poder sanador del Amor.
No condenen, y no serán condenados. Perdonen, y serán perdonados.—Lucas 6:37
Me adapto y recobro fácilmente del cambio. Yo soy resiliente.
El cambio existe en todo momento; el tiempo avanza con cada segundo que pasa y hasta mis células están en crecimiento y renovación continuos. Sólo tengo que mirar a la naturaleza para ver que nada permanece igual. Las estaciones y las etapas de la naturaleza me enseñan que el cambio es la vida en avance y evolución.
Sin embargo, a veces me resisto y trato de forzar las cosas para que permanezcan iguales. No necesito temer el cambio, porque tengo la habilidad de adaptarme y recobrarme de cualquier reto. Confío en que todo cambio es para mi mayor bien, aunque no pueda verlo. ¡Sé que puedo perseverar porque soy resiliente!
Por eso, no nos fijamos en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.—2 Corintios 4:18