Ella demasiado tierna, era toda sensibilidad.
Nunca pensó en ella.
Siempre los demás eran su prioridad.
El un hombre trabajador, honesto, la quería.
Si, ella no tenía dudas de que la quería.
Aunque quizás demasiado a su manera.
Cuando se enfadaba ella era su desahogo.
Si hubiera sido conversando, ella hubiera sido feliz.
Pero sus desahogos eran hechar cosas en cara, levantar la voz.
En esos momentos sus palabras la herian profundamente.
El jamás levantó una mano, tan sólo ella era
la esponja de sus nervios y mal humor.
Así que ella cada vez estaba más nerviosa,
más decepcionada de esa situación.
Sabía que después el volvería a ser el de siempre,
cariñoso, pendiente de ella.
En esos momentos, ella ya no puede olvidar.
Ella empieza a ver otro camino.
Tan sólo le falta salir caminando sin mirar atrás.
CONCHITA OSUNA