NO QUIERO SER UNA VIEJA GRUÑONA
Señor, tú sabes mejor que yo, que estoy envejeciendo y un día seré vieja.
No permitas que me haga charlatana y sobre todo adquiera el hábito de creer
que tengo que decir algo sobre cualquier tema, en toda ocasión.
Libérame de las ansias de querer arreglar la vida de los demás.
Que sea pensativa pero no taciturna, solícita pero no mandona.
Con el suficiente acopio de sabiduría que poseo, parece una lástima no usarla toda,
pero tú sabes, Señor, que quiero que me queden algunos amigos al final.
Mantén mi mente libre de la recitación de infinitos detalles.
Dame las alas para ir derecho al grano.
Sella mis labios para que no hable de mis achaques y dolores.
Ellos van en aumento con el pasar de los años, como también mi gusto por recitarlos.
Guarda mi lengua para que no hable de más, para que no juzgue sin tener certezas,
que sepa ser amable y cariñosa con los que me relacione.
Pido la gracia de poder escuchar con paciencia el relato de los males ajenos.
Enséñame la gloriosa lección de que a veces es posible que esté equivocada.
Mantén en mí una razonable dulzura. No pido ser santa, pero es difícil convivir con algunas de ellas;
pero una vieja amargada es: una de las obras supremas del diablo.
Ayúdame a extraer de la vida toda diversión posible.
Nos rodean tantas cosas divertidas que no quiero perderme ninguna. Amén.
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(Esta oración fue escrita por una monja del siglo XVII )