La mujer es el Edén de la vida,
fuente sagrada, ternura encendida.
En su piel florecen los sueños callados,
en su pecho arde un sol desbordado.
Es la llama que brilla en la noche oscura,
la brisa que besa con dulce ternura.
Es río que corre buscando su estrella,
es luna de plata, es luz centinela.
En su risa danzan las notas del viento,
en su llanto crecen océanos lentos.
Sus manos son alas que sanan heridas,
su voz es arrullo de calma infinita.
La mujer es fuerza, volcán, universo, es fuego,
es calma, es verso y es beso.
Es tierra fecunda, es lluvia y es grito,
es guerra y es paz, es amor bendito.
Cuando ama, su amor incendia los cielos,
no hay miedo ni sombra que apague su fuego.
Si sufre, florece en su pecho un estío,
porque en su dolor se alza un desafío.
Es madre, es hermana, es musa y amante,
es diosa en la tierra, espíritu errante.
Sus labios son pétalos rojos de vida,
su alma un refugio que nunca se olvida.
La mujer es fuego, tempestad y calma,
es sangre y es gloria, es piel y es alma.
Es grito en la historia, es eco y es grano,
es beso en la guerra, es paz en la mano.
En sus ojos brilla la luz del mañana,
es faro en la noche, es flor en la playa.
Es un infinito que nunca termina,
es dulce, es eterna, es fuerza divina.