AUTODOMINIO.
Capacidad de mantener bajo control las emociones y los impulsos
perjudiciales. Disciplina interior. Adaptación a la disciplina exterior y
señoría de sí mismo. Orden y control moral. Capacidad de reflexionar y
decidir antes de actuar. Templanza. Facultad de ser dueño de los propios
actos.
El miedo, la tristeza y el enojo son emociones que conoces bien. Trata de
recordar las ocasiones más recientes en que las viviste, por ejemplo, cuando
viste una película de terror, te despediste de alguien querido o te disgustó
que alguien tomara tus cosas sin permiso. Por un momento esas sensaciones
parecieron apoderarse de tí: no podías controlar el miedo, el llanto o el
disgusto. Pero de repente la situación se invirtió y recuperaste el mando de
tus emociones, las controlaste y empezaste a entenderlas. En eso consiste el
autodominio: gobernar nuestras emociones y evitar que ellas nos gobiernen a
nosotros. Tienes esa capacidad y ese valor forma parte de tu vida. Ahora
llévalo a su máximo alcance.
LA MANGOSTA BIENHECHORA.
Shah Rukh Khan, un joven labrador vivía con su esposa en la parte más lejana
de una pequeña aldea de la India. Tenían una hija, la hermosa Indra, a la
que ambos querían mucho. Una tarde regresaba él de trabajar cuando vio,
entre la maleza, a una pequeña mangosta, un animal de patas cortas y larga
cola, muy común por allá. Le fascinaron su cuerpecillo largo y esbelto, su
pelaje brillante y suave, y el par de ojos inteligentes que lo miraban.
Pensando que podría ser una excelente mascota para su hija, la llamó:
-Ven, acércate a mí.
Desconfiado, el animalillo se alejó, pero el labrador lo atrajo con trocitos
de pan. La mangost se acercó a comer y, al sentir que las ásperas manos la
acariciaban, supo que no debía temer. Así que el labrador la tomó y la metió
en el bolsillo de su camisa. Llegando a casa la mostró a su esposa y a
Indra.
-La familia Khan ya creció, les presentamos a nuestra mascota. Madre e hija
saludaron con ternura a la mangosta, a la que llamaron Kali y, desde aquél
día, convivieron muy felizmente con ella. Indra y Kali crecían poco a poco
como grandes compañeras de juegos.
Meses después, la mañana de un soleado sábado, la señora salió al mercado
para comprar fruta y verdura y dejó a Indra acostada en su cuna. Su esposo
no estaba en casa y ella se fue un poco inquieta, pues no se sentía tan
segura dejando a la pequeña Indra sola con la mangosta. "Después de todo, es
un animal salvaje", pensaba.
Media hora después, cuando volvió de sus compras vio que la mangosta la
estaba esperando fuera de la casa. Lucía muy inquieta y tenía un hilillo de
sangre junto al hocico. Por la mente de la señora pasaron mil ideas: "Seguro
le hizo daño a la pequeña Indra con sus filosas garras; yo nunca confié en
este animal, ¡qué tonta fui al dejar a la niña sola con él!". Dominada por
una mezcla de furia y angustia alzó la canasta para arrojarla contra la
mangosta y matarla, pero alguien la detuvo. Era Shah Rudkh Khan que había
vuelto y comprendió lo que estaba pasando.
-Déjame darle su merecido a ese bicho -gritó la señora.
-Cálmate querida, entremos primero a la casa para ver qué sucedió -respondió
él, mientras la mangosta se alejaba corriendo por un callejón.
-Entra tú, a mí me da mucho miedo.
El marido entró y vio que la pequeña Indra dormía plácidamente en su cuna,
sin un solo rasguño. "¿Qué habrá pasado?", se preguntaba, cuando escuchó un
ruido en el suelo; con dificultades se iba arrastrando una peligrosa
serpiente malherida. Entonces entendió todo: la mangosta había luchado
contra el malvado reptil para salvar a Indra.
Salió a la calle y explicó a su esposa cómo se habían dado las cosas.
-Torpe de mí -dijo ella-, estuve a punto de acabar con Kali, a quien debemos
la vida de nuestra hija.
Esa noche esperaron que la mangosta regresara, pero no fué así: jamás
volvió a casa de la familla. En los años que siguieron la mujer del labrador
siempre tuvo presente lo importante que es observar y pensar las cosas antes
de actuar impulsada por el miedo y la violencia.
Cuento folclórico de la India.