LA
REINA DE LOS MORADOS: De muy joven soñabas / leyendo novelas rosa / en
tu destino de esposa, / en el amor que nunca desaparece. / Y llegó tu
Príncipe azul / y te llevó a su palacio, / un fantástico entresuelo de
Cornellá. / Pronto la mediocridad / ahogó el cuento de hadas. / La
esperanza, en cuanto te despistas, / la pudre la realidad. /
Decepcionada, fuiste tirando / sorteando el aburrimiento / pero lo peor
aún tenía que llegar. / Con la ayuda de un precario y / triste empleo y
del coñac / y de su cerebro primario, / tu príncipe borracho / te
ofrecío como primicia / a partir de cierto momento / un tipo de caricia
/ demasiado contundente. / Te pidió perdón / y le perdonaste, /
oscilando como tantas pánfilas / entre el amor y el miedo. / Pero ni un
mes tardaron / en volver las palizas: / ni recuerdas ya el porqué. /
Las vecinas escucharon / sartas de mentiras / que explicaban las
heridas / sin denunciar al verdugo. / Si tienes un ojo a la funerala /
es que te has caído... / No se lo cree nadie, pero callan. / Fuiste a
ver a tu madre / para poder hablar con alguien / y sólo con verte la
cara / te tomó de la mano: / "Para salvar tu matrimonio / -te dijo- ten
paciencia, / más vale vivir con un demonio / que fracasar ante todos."
/ Ahora tu hombre está en paro, / siempre brama como un asno, / no te
deja salir de casa / y cuando miras al futuro / sólo ves golpes y
dolor, / sólo ves una prisión / y tu cabeza golpeando contra un muro. /
Te pega cuando vuelve de la calle / si los garbanzos están duros, / si
la puta del viernes / no se la ha mamado bien. / Te pega si dices una
palabra, / por nada y por todo, / y de noche te pones bien y le dejas
hacer. / A veces, haciendo la colada, / te sorprendes canturreando /
llorosa una melodía / de cuando eras niña. / Bessie Smith era la reina
/ del viejo blues / y te das cuenta / de lo poco que te ha costado /
ser la reina de los morados. / Resignada, eres incapaz / de encontrar
otra salida / que la que te ofrece la vida / cuando se funde como el
hielo. / Así pues, hasta que la muerte / te permita dejar el puerto, /
sólo serás un saco de boxeo y un burro de carga. / Temes dejar este
piso, / temes cruzar la puerta. / Crees que nunca serás lo bastante
fuerte / para intentar ser feliz. / El mundo real no está lejos, / lo
intuyes pero se escurre entre tus dedos: / desde el Infierno no se ve
bien el Paraíso. / Si te fueras, no sabrías / dónde ir y, además, /
¿pasarían muchos días / antes de que te encontrase? / La justicia no te
ampara, / otras han creído en ella / y tal vez sean ahora libres, /
pero en un ataúd. / En el mundo hay muchas naves / de velas
desinfladas, / malvendidas y amarradas / por un trágico juego de dados.
/ A menudo miran al horizonte / imaginando la canción / que les hará
olvidar un día el blues de los morados.
|