EL DON
¡Oh! vida, ¿me reservas por ventura algún don?
(Atardece. En la torre suena ya la oración.)
Oh! vida, ¿me reservas por ventura algún don?
Plañe en las ramas secas el viento lastimero;
se desangra el crepúsculo en un vivo reguero...
¡Oh! vida, ¡dime cuál será ese don postrero!
¿Será un amor muy grande tu regalo mejor?
(¡Unos ojos azules, unos labios en flor!)
¡Oh, qué dicha, qué dicha si fuese un gran amor!
¿O será una gran paz: esa que necesita
mi pobre alma, tras tanto peregrinar con cuita?
¡Sí, tal vez una paz..., una paz infinita!
...¿O más bien el enigma del camino en pos
se aclarará, encendiéndose como una estrella en los
hondos cielos, y entonces ¡por fin! hallaré a Dios?
¡Oh! vida, que devanas aún esta porción
de mis días obscuros: suena ya la oración;
cae la tarde... ¡apresúrate a traerme tu don!
Febrero, 2 de 1915. A. Nervo