EL MÁGICO EFECTO DEL ELOGIO
Los seres humanos necesitan
que los alienten.
Sentir la calidez de la aprobación,
aumenta la confianza en sí mismo.
En la persona cuya autoestima
se ha elevado,
se obra una especie de milagro.
Repentinamente le caen mejor los demás
y se hace más amable y solidaria,
con quienes le rodean.
El elogio, también contribuye a suavizar
los inevitables roces
de la convivencia cotidiana.
Una buena y saludable vida familiar
se nutre de ellos.
Los niños, en especial,
están deseosos de
reconocimiento y aprecio.
Una joven madre contó esta anécdota:
"Mi hijito se porta mal a menudo,
de manera que debo regañarlo.
Pero un día su conducta fue
especialmente buena,
sin embargo, esa noche después
de acomodarlo en su cama
y al bajar por las escaleras lo oí llorar:
fui a verlo, y lo encontré
con la cara hundida en la almohada.
Entre sollozos me preguntó
si no había sido un buen niño.
"La pregunta me traspasó como un puñal
-agregó la madre- nunca había dudado
en corregirlo cuando hacía algo malo;
pero cuando se portó bien ni siquiera lo noté.
Lo había mandado a dormir
sin darle una palabra de reconocimiento".
El elogio hace que la gente,
de lo mejor de sí pero quien lo da
siente también la satisfacción
de haber creado
en el otro un especial estado de ánimo,
de la misma manera como "...
las flores dejan siempre parte de su fragancia
en la mano de quien las ofrece".
Gottfried Von Kronenberg