La Calavera
En un derruido muro de la huerta del convento, en un agujero
oscuro do silvia al pasar el viento.
Y como una dolorida queja a las piedras arranca, hay en el fondo
escondida una calavera blanca.
De algun fraile sonador de vida ejemplar y bella, y dedicada al
Senor, en el mundo unica huella.
Abre los ojos sin fondo como a visiones extranas y del vacio en lo
hondo forjan telas las aranas.
Humedo musgo grisoso recubre la antigua grieta donde, en supremo
reposo descansa ignorada y quieta.
Pero hasta aquella escondida mansion la brisa ligera lleva murmullos de
vida y olores de primavera.
Golondrinas que en sus marchas dejaron el patrio rio, huyendo de las
escarchas, de las brumas y del frio.
Cuando la luz del poniente filtra por el hondo hueco, y hace parecer
viviente el craneo rigido y seco.
Desde las negras ruinas alzan sosegado vuelo y en sus vueltas
peregrinas tocan las ramas y el suelo,
como buscando en el prado ya por la tarde, sombrio, el espiritu
elevado que habito el craneo vacio. Jose Asuncion Silva
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