Un hombre tenía un sembrado de flores estupendas;
cada día salían de su cultivo centenares de paquetes
a vender a la ciudad con las flores más bellas y fragantes
que nadie pudiera conocer.
 
Este señor año por año
ganaba el premio a las flores más grandes y de mejor calidad
y como era de esperarse era la admiración de todos en la región.
Un día se acercó un periodista de un canal de televisión
a preguntarle el secreto de su éxito,
a lo que el hombre contestó:
 
- Mi éxito se lo debo a que de cada cultivo
saco las mejores semillas y las comparto con mis vecinos,
para que ellos también las siembren.
 
- ¿Cómo?- inquirió el periodista- pero eso es una locura,
acaso no teme que sus vecinos se hagan famosos como usted
y le quiten su importancia?
 
El hombre dijo: -
Yo lo hago porque al tener ellos buenos sembrados,
el viento me va a devolver a mi cultivo buenas semillas
y la cosecha va a ser mayor.
Si no lo hiciera así, ellos sembrarían semillas de mala calidad
que el viento traería a mi cultiva y cruzaría las semillas,
haciendo que mis flores sean de mala calidad.
 
Lo mismo ocurre en nuestra vida.
Quienes decidan vivir bien,
deben ayudar a que los demás vivan bien,
porque el valor de una vida se mide por las vidas que toca...
Quienes optan por ser felices,
deben ayudar a que otros encuentren la felicidad,
pues el bienestar de cada uno está unido al bienestar común.

Sobrellevad los unos las cargas de los otros;
y cumplid así la ley de Cristo.
 
View Raw Image" jquery1255541567031="45">