En Catalunya, la noche del 31 de octubre, es decir esta misma noche, se celebra la noche de todos los santos con la “castañada”.
Aquí les dejo dos historias de cómo se origino esta tradición:
En la Edad Media y para recordar a todos vecinos la necesidad de
rezar por los difuntos, durante la noche de todos los santos se tocaban
las campanas de todas las parroquias y conventos, de tal suerte que el
campanero necesitaba de un gran aporte de energía para recuperarse del
esfuerzo.
Al ser la castaña el fruto mas abundante del otoño, se recuperaban del
cansancio con castañas y pequeños tragos de vino blanco, para hacerlas
más pasaderas. Como el número de campanarios era muy elevado en
aquellos tiempos y al campanero se iban añadiendo las personas y
familiares más allegados, en un afán de querer compartir con él sus
penas y también sus gozos, finalmente todos acababan comiendo castañas
y bebiendo vino.
Mas adelante, en los pueblos, por la tarde todos los hombres se
dedicaban a recoger castañas, boniatos y leña, las mujeres hacian
pastelitos parecidos a los actuales “panellets” (unos pastelitos hechos
a base de almendra molida y azucarada) y al llegar la noche se reunían
todos alrededor del fuego comiéndose las castañas y los boniatos asados
a la leña y los pastelitos que habían traído las mujeres y así
celebraban el final de la recolecta y rezaban por los difuntos.
También existía la tradición de que los niños tenían que dejar castañas
escondidas en algún rincón de la casa para que, por la noche, las almas
de los que faltaban vinieran a recogerlas y se las cambiaran por
“panellets” o membrillo (dependiendo de la zona).
A finales del siglo XVIII la costumbre se había extendido de tal manera
que la castaña pasa a ser un elemento de comercio y entonces hace su
aparición la figura de las castañeras, mujeres que asan las castañas al
fuego y las venden en puestos callejeros.
De aquí la costumbre que en Cataluña, se celebre la noche de todos
los santos comiendo castañas, regadas con vino dulce y panellets
Otra historia:
Antiguamente, después de cenar, se celebraba la castañada, comida
familiar dedicada a los muertos y que era recuerdo de las antiguas
comidas funerarias. Se hacía la cena habitual y seguidamente se comían
las castañas asadas al fuego del hogar, así como los “panellets” u
otros dulces propios del día, y se bebía vino que tenía que ser dulce o
blanco. Las castañas se abocaban encima de la mesa y todo el mundo iba
cogiendo a su discreción.
Esta costumbre de comer castañas (que por otro lado es el fruto típico
de la estación junto con otros frutos secos: almendras, avellanas…), se
complementa con la de consumir un tubérculo parecido a la batata: el
boniato. Poco a poco hará su aparición uno de los personajes más
carismáticos y entrañables de esta época: la castañera.
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