Una niñita sufría terriblemente durante las tormentas.
Su madre le había aconsejado que orara cuando tuviera miedo.
Un día, al finalizar un fuerte temporal,
se acercó a su madre informándole que orar
durante la tormenta no le había producido alivio.
"Entonces," dijo la madre, "trata de orar cuando el
sol brilla y ve si así el miedo se va."
La criatura siguió el consejo y cuando llegó la siguiente
tormenta dijo suavemente: "Orar cuando brilla el sol es
la mejor solución, ahora no tengo temor."
¡Qué lección podemos aprender de este incidente!
¡Cuántas veces nos mantenemos lejos del Señor
hasta que las tormentas de la vida nos hacen recurrir
a Él por refugio y protección!
Si tan solo diéramos nuestros mejores y
más brillantes días a su servicio,
no temblaríamos cuando las horas oscuras se
acercan. ¡Cuánto perdemos al no llevar a Jesús con
nosotros en nuestro peregrinar por este mundo!
(de la red)