Cumplimento del deber
Nunca debéis conformaros con simplemente cumplir con vuestros deberes, pues, ¡debéis hacer más!, ¡debéis someteros voluntariamente a una tarea que no os esté encargada por parte de los hombres sino que os la tenéis que proponer vosotros mismos, llevados por vuestro amor! Sólo entonces estaréis activos en el amor - una actividad que será valorada y que os aportará una bendición eterna.
Pero en general los hombres que han cumplido debidamente con sus deberes mundanos se imaginan que ya han cumplido con todo. Pero aunque su vida sea una vida de máximo cumplimiento, ¿qué pasa con el servicio consciente en el amor?
Todo lo que el deber exige corresponde exclusivamente a fines mundanos. Pero todo lo que tenga una influencia que ennoblece al alma no es exigido ni puesto en obra bajo el imperativo, sino siempre tendrá que ser realizado en suma voluntad libre. Siendo así, sólo se podrá hablar de un progreso del alma si el hombre es activo más allá de su deber y no se cansa de tal actividad en el amor.
Pero todo lo que el hombre hace como obligación o lo impone a otro, no tiene más que un valor mundano; porque para cumplir con tal deber no hace falta que la fuerza motriz sea el amor al prójimo.
En general se trata de reglamentos decretados para mantener del orden mundano - reglamentos necesarios para combatir la falta de voluntad de los hombres, porque de lo contrario muchos no cumplirían con lo que les está impuesto. De modo que todo lo que hacen, de una manera u otra está impuesto, y no produce sino ventajas mundanas. Pero un modo de vida que sólo enumera un sinnúmero de actividades que corresponden a la rúbrica del “cumplimento del deber”, no tiene ni mucho menos que favorecer a la maduración anímica, porque precisamente este “cumplimento del deber” intensivo impide a los hombres una actividad verdaderamente llevada por el amor.
Aunque al hombre no se le pueda presentar el “cumplimento del deber” como un desacierto o algo innecesario, este siegue siendo cierto peligro para el alma humana, porque cuanto más el hombre lo toma de pauta para la vida humana y cuanto más importancia da a este deber, tanto más el hombre se imagina de ser exento de la verdadera actividad llevada por el amor, porque se siente ocupado en su totalidad.
Si el hombre no está penetrado del Amor y si este no le empuja que aparte de sus deberes desempeñados y su tiempo escaso aún realice un “suplemento”, entonces el hombre se queda en un atraso espiritual considerable; porque habría debido servir al prójimo espiritualmente y físicamente con acciones que nunca pueden ser reclamadas ni impuestas como un deber...
El cumplimento con el deber tiene su mérito mundano, pero para la eternidad este resulta vano. Por eso el hombre debe intentar el máximo posible a dar y a servir - llevado por su propia voluntad. De modo que no se conforme con el mero cumplimento de su deber, sino que de por sí haga un “suplemento”: dar y servir en el amor, para que su alma encuentre redención; porque para el alma sólo es de provecho lo que el hombre hace por su libre voluntad y por su amor al prójimo totalmente desinteresado.
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