Las manos milagrosas, ahora traspasadas, volvían a ser las manos potentes y piadosas. Jesús se levantaba y los pies taladrados se echaban otra vez por los caminos, infatigablemente, buscando a los perdidos y olvidados... Desde entonces Él vive y porque vive la vida es nuestra herencia; la Cruz fue cual preludio tenebroso de un nuevo amanecer más luminoso...
Francisco Estrello |