En los ojos se ve la luz,
la sonrisa se ve en la cara;
y entreabierta, se descubre,
si por el cuello se baja,
la puerta de los misterios,
de miel y cielo sembrada,
con un monte a cada lado,
donde las perlas se guardan.
Del mar se escucha el sonido
entre curvas de oro y agua.
Dos centinelas enanos
duermen en sus montañas.
¡Quién pudiera despertarlos
para tocarles el alma!.
(Ceo, 20060807)