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EL PARAISO
Cierto día que
anduve extraviado tratando de avistar el horizonte, apiadóse de mí el cielo y un ángel bajó hasta el camino para rescatar a este peregrino.
El viento se agitó en mi entorno y ante mi atónita mirada descendió desde lo alto una esbelta querubina.
No temas me dijo -mientras replegaba sus relucientes alas de sol y de luna -, he venido hasta aquí para poder guiarte porque en esta oscuridad corres peligro de perderte.
Abrumado por tal aparición cerré los ojos un instante, luego los abrí y he aquí que tenía frente a mí a una hermosa doncella.
Su figura era perfecta, toda vestida de blanco, su frodosa cabellera rubía era suave y ondulada y en conjunto emitía un dorado resplandor; sus grandes ojos claros
como agua de manantial
reflejaban su gran inteligencia y también su gran vitalidad, su sonrisa deliciosa expresaba la paz y el amor y su rostro terso como de porcelana lucía lleno de candor.
Entonces pregunté intimidado: ¿tú eres el ángel?, yo soy -respondío la doncella -, ¡soy así en mi esencia! lo que viste hace un instante es tan solo mi apariencia cuando reflejo la gloria que me concede el cielo porque cuido de las almas y por ellas me desvelo.
Contemplando su presencia, una extraña sensación me invadió la conciencia y trémulo de emoción le imploré : ¡llévame contigo!, ¡solo en tí confío!.
Entonces la bella doncella luz de sol y luz de luna, tiernamente me tomó por una de las manos y juntos recorrimos los desiertos y los llanos.
Después vencimos las lomas y conquistamos montañas; luego, vadeamos ríos y lagos y navegamos los mares, hasta llegar donde nace la aurora boreal, donde el cielo resplandece como un techo de cristal.
De pronto dijo la doncella: ya casi hemos llegado, abre tu mente y tu corazón porque aquí es la frontera para entrar al paraíso.
Y ocurrió que al avanzar la tierra se estremeció y emergió de lo profundo una muralla de fuego, pero la noble doncella desplegando sus alas de sol y de luna se tornó en el ángel y usando sus manos separó las llamas, logrando hacer un camino para que pueda cruzar este agoviado peregrino.
Estando en el Paraíso miré en todas direcciones y ¡oh...!, ¡todo era verdes praderas! y ¡el cielo era turquesa! y el aire era perfumado con el aroma de sus flores que atraía los enjambres y a extrañas mariposas con alas de mil colores.
Entonces habló la querubina : “...he cumplido la misión de traerte al Paraíso, aquí estarás seguro y aprenderás que el amor es un don del Creador no el sentimiento pagano que pregona el ser humano... ...También te voy a enseñar que no temas el dolor porque te forja el alma cual horno al fino metal, jamás pierdas la esperanza, siempre apártate del mal y pon en Dios tu confianza...
...Cuenta todo lo que tus ojos han visto, cuenta todo lo que hayas escuchado, cuenta todo lo que hayas entendido, pues la Tierra a de ser algún día el Paraíso, cuando al fin puedan amarse los unos a los otros cuando al fin puedan confiar los unos en los otros, cuando por fin no se teman los unos a los otros...
...Ahora debes volver, pero antes de retornar aquí te vas a encontrar con muchos otros querubines, con todos puedes compartir pero si me necesitas solo tienes que invocarme, yo me llamo "Sol de Luna".
Luego replegó sus alas volviendo a ser la doncella, ¡yo quedé anonadado...! porque se tornó más bella y mirándome a los ojos se despidió con un beso tan dulce como la miel que me hizo despertar, ¡todo fue un sueño hermoso! que siempre quiero soñar
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