Amigos estoy de regreso después de más de una semana de asuencia.
Viví unos días como una motaña rusa. Por una parte ver paisajes tan maravillosos como los que ví, como las barranca del cobre que es cuatro veces más grande que el cañón del colorado y una y media veces más profundo que el mismo y que orgullosamente está en México y por otra parte con el corazón oprimido de la pena de constatar que a estas alturas de la vida, todavía existan personas que han sido relegadas hasta el grado de tener que vivir en cuevas como en tiempos ancestrales, siendo que ellos son los legítimos dueños de las tierras, ya que cientos de generaciones las han habitado. Me refiero a los Tarahumaras, que son una gente en extremo espiritual y respetuosa de su entorno natural. Tuve la oportunidad de una pequeña convivencia con ellos en una comunidad en la que entregamos despensas, pero es inevitable que el corazón se estremezca al ver las penalidades que ellos viven y que con escasísima ropa tienen que soportar temperaturas de hasta 40 grados bajo cero. Lo bueno de todo esto que hay gente preocupada y ocupada en este asunto que a mi parecer es una enorme verguenza nacional.
