Venid a Mi
Venid a Mi.
Los que, viviendo en mi voluntad, no os dejasteis
doblegar por los caprichos de otros.
Los que, amando como yo amé,
no confundisteis el amor con el capricho.
Los que, perdonando como yo lo hice,
no llevasteis cuenta de las veces que lo ofrecisteis.
Venid a Mi.
Los que, cada mañana cuando despertasteis,
mirabais hacia el cielo para saludarme.
Los que, en el trabajo de cada jornada,
sentíais mi presencia y mi poder.
Los que, en el descanso, no teníais miedo,
porque mi mano, mecía vuestro dormir.
Venid a Mi.
Los que, mirando a la cruz,
habéis querido con locura.
Los que, adorando a la Eucaristía,
os llenabais de mi fuerza.
Los que, buscando espacios y silencios,
me dejabais entrar en vuestras almas.
Venid a Mi.
Los decepcionados y traicionados
por la dureza de la vida.
Los cansados de vivir por aquello
que ya no es vida.
Los hartos de lo material y hambrientos
de verdadera felicidad.
Los humillados por la enfermedad
y heridos por la cruz demasiado pesada.
Venid a Mi.
Los que, dándolo todo,
tal vez os dejaron sin nada.
Los que, amando mucho,
recibisteis como recompensa la indiferencia.
Los que, trabajando sin medida,
fuisteis injustamente incomprendidos y apartados.
Los que, sirviendo a tiempo y destiempo,
encontrasteis la soledad como premio.
Venid a Mi.
Los que, creyendo en Mí,
supisteis vivir y defender mi nombre.
Los que, esperando en Mí,
no os acobardasteis ante las dificultades.
Los que, soñando conmigo,
vivisteis este momento con esperanza y confianza.
Los que, mirando hacia el mundo,
siempre teníais el pensamiento en Mí.
Venid a Mi.
Pero, antes de venir a Mí,
descansad del duro caminar de vuestros años.
Posad, en el surco de la tierra,
aquello que os contaminó inconscientemente.
Esperad, con la oración de la Iglesia,
el día en que yo os levante.
Preparaos, en el silencio,
bajo el aroma de las flores de vuestros seres queridos.
Fortaleced vuestra debilidad,
con el riego de las lágrimas de los que os han querido.
P. Javier Leoz