Todo era azul delante de aquellos ojos y era verde hasta lo entrañable, dorado hasta muy lejos. Porque el color hallaba su encarnación primera dentro de aquellos ojos de frágiles reflejos.
Ojos nacientes: luces en una doble esfera. Todo radiaba en torno como un solar de espejos. Vivificar las cosas para la primavera poder fue de unos ojos que nunca han sido viejos.
Se los devoran. ¿Sabes? No soy feliz. No hay goce como sentir aquella mirada inundadora. Cuando se me alejaba, me despedí del día.
La claridad brotaba de su directo roce, pero los devoraron. Y están brotando ahora penumbras como el pardo rubor de la agonía.