Lecturas: Jueves 4 de Noviembre, 2010
Primera Lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los filipenses (3, 3-8)
Hermanos:
El verdadero pueblo de Israel somos nosotros, los que servimos a Dios
movidos por su Espíritu y ponemos nuestra gloria en Cristo Jesús y no
confiamos en motivos humanos. Aunque yo ciertamente podría apoyarme en
tales motivos. Más aún, nadie tendría más razones que yo para confiar en
motivos humanos, porque fui circuncidado al octavo día, soy israelita
de nacimiento, de la tribu de Benjamín, hebreo e hijo de hebreos; en lo
que toca a la interpretación de la ley, fariseo, y tan fanático, que fui
perseguidor de la Iglesia de Dios; y en cuanto a la rectitud que da el
cumplimiento de la ley, intachable.
Pero
todo lo que era valioso para mí, lo consideré sin valor a causa de
Cristo. Más aún, pienso que nada vale la pena en comparación con el bien
supremo, que consiste en conocer a Cristo Jesús, mi Señor, por cuyo
amor he renunciado a todo, y todo lo considero como basura,con tal de
ganar a Cristo.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Salmo 104
El que busca al Señor será dichoso.
Entonen
en su honor himnos y cantos; celebren sus portentos. Del nombre del
Señor enorgullézcanse y siéntase feliz el que lo busca.
El que busca al Señor será dichoso.
Recurran al Señor y a su poder y a su presencia acudan. Recuerden los prodigios que él ha hecho, sus portentos y oráculos.
El que busca al Señor será dichoso.
Descendientes
de Abraham, su servidor; estirpe de Jacob su predilecto, escuchen: el
Señor es nuestro Dios y gobiernan la tierra sus decretos.
El que busca al Señor será dichoso.
Evangelio
Lectura del santo Evangelio según san Lucas (15, 1-10)
Gloria a ti, Señor.
En
aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a
escucharlo; por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí:
"Este recibe a los pecadores y come con ellos".
Jesús
les dijo entonces esta parábola: "¿Quién de ustedes, si tiene cien
ovejas y se le pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y va
en busca de la que se le perdió hasta encontrarla? Y una vez que la
encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría y al llegar a su
casa, reúne a los amigos y vecinos y les dice:
'Alégrense
conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había perdido'. Yo les
aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se
arrepiente, que por noventa y nueve justos, que no necesitan
arrepentirse.
¿Y
qué mujer hay, que si tiene diez monedas de plata y pierde una, no
enciende luego una lámpara y barre la casa y la busca con cuidado hasta
encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas y les
dice:
'Alégrense
conmigo, porque ya encontré la moneda que se me había perdido'. Yo les
aseguro que así también se alegran los ángeles de Dios por un solo
pecador que se arrepiente".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Sobre las Lecturas de Hoy...
Jesús
se encuentra en medio de recaudadores de impuestos y pecadores, escena
desagradable para el grupo de fariseos y doctores que escuchan las
palabras del Maestro, pues esta clase de personas eran tenidas como
irreligiosas, inmorales y alejadas de Dios, por lo que los judíos no
debían juntarse con ellas en ningún momento. Las parábolas de la oveja y
la moneda perdida son empleadas por Jesús para explicar el por qué se
junta con pecadores. El pastor y la mujer representan la actitud
misericordiosa de Dios que busca afanosamente al que se ha perdido, pues
no lo considera ajeno, excluido sino como un valioso bien que se ha
extraviado, que se debe buscar y que al encontrarlo produce gran
alegría. El evangelio nos está señalando la dinámica en la que el reino
de Dios se desarrolla, son los últimos, los pecadores, "los que no
cuentan" el gran tesoro de Dios, es a ellos a los que Jesús se dirige y
anuncia la Buena Nueva del reino, escandalizando a las autoridades
religiosas y llenando de esperanza a los que sufren cualquier tipo de
exclusión. Como iglesia creyente en Jesús estamos llamados a servir con
misericordia, dirigiéndonos necesariamente a los predilectos del Padre:
los excluidos.