La fiesta que celebraremos , de Nuestra Señora de Guadalupe es una buena ocasión para valorar un poco más el papel materno de la mujer.
En la aparición del 12 de diciembre de 1531 la Virgen le dijo a Juan Diego,
“¿no estoy aquí yo que soy tu madre?”.
Ella no ha dicho “¿no estoy yo aquí que soy profesionista, política o dirigente?”. Por fortuna, María no se ha dejado llevar por esa supuesta “modernidad” que desvirtúa una de las dimensiones más hermosas del sexo femenino, la maternidad. Y es bueno que las madres sean profesionistas y trabajen, pero que no se olviden que lo más importaante es ser madres.
Ser madre no necesita títulos para ganar importancia. Es una vocación maravillosa. Cualquiera puede ser abogado, militar, ejecutivo, doctor y hasta bombero. Pero ser madre, en toda su riqueza y profundidad, sólo la mujer.
Los hombres necesitan de las madres pues son su fortaleza. Todos necesitan un corazón que palpite al unísono con el suyo. La maternidad, como enseña la Virgen María, no se limita sólo a las fronteras del cuerpo, porque el ser una auténtica madre implica también la entrega del vasto horizonte del mundo espiritual. Pues el amor es lo que da plenitud y sentido a la vida. Dar amor es engendrar vida.
La maternidad, por lo tanto, no puede ser una moda a merced del progreso, sino la perenne necesidad que tiene el corazón humano de sentirse amado y acogido.
Los hijos, físicos o espirituales, necesitan brazos que les den una guía en la vida; corazones que escuchen sus problemas; necesitan del brillo de ojos maternos en los triunfos y una presencia que llene de sentido sus vidas. Lo único que quieren los hijos es una madre, nada más.
Actualmente no llama la atención la maternidad. Su estilo de vida dedicada y generosa no es popular, y en algunos casos, llega a ser mal visto. Ser una auténtica madre no es noticia. Su sacrificio callado de todos los días, no es noticia. Transmitir la vida y los valores, no hace noticia.
Sin embargo, el mundo no vive de noticias, sino de amor. El mundo está cansado de noticias pero no de ternura. Las sociedades no se humanizan con tecnología sino con corazones abiertos y dispuestos a dar su vida por los demás, con corazones maternos.
La fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe nos invita a ver y valorar la hermosura y trascendencia del ser madre. De ser, pura y simplemente, ¡madre!
Pidamos a Nuestra Madre de Guadalupe por todas las madres del mundo, que les de fortaleza y amor para vivir ese gran don que Dios les ha regalado.
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