La noche del 24 al 25 de diciembre se celebra la Navidad o Natividad de Jesús, tradición cristiana que señala el nacimiento del Salvador.
Jánucá es la historia de una gran victoria de los judíos en los Griegos de Siria.
El nombre Jánuca proviene de la palabra Hebrea "Khanu", que significa "y ellos descansaron," y de la fecha de "Hey Kaf" que es igual a 25.
Esa es la razón por la Hebreos celebrar Jánuca que comienza el día 25 en el mes de Kislev, por lo general en diciembre, el año próximo 2010 se celebrará a partir del 2 de diciembre, y el milagro del aceite "para un día" que ardió durante ocho días en la re-dedicación del Templo son una inspiración para los judíos en todo el mundo.
La Navidad señala para los cristianos la llegada del Redentor y el cumplimiento de las profecías.
Después del anuncio del Ángel a Maria, la madre de Jesús, y la visita de ella a su prima Isabel, en el momento en que se estaba realizando el censo ordenado por el Emperador Romano, al ser descendientes de David, debieron ir a Belén para censarse y se produjo el nacimiento del niño en un pesebre, ya que no había lugar en las posadas.
Estas tradiciones históricas, llenas de alegorías y símbolos, tienen un profundo valor doctrinario y espiritual.
Nos marcan y nos enseñan que a pesar de los progresos técnicos y de la concepción económica del mundo post moderno, en lo profundo del hombre, existe un tipo de conmoción de carácter emocional, desde lo más profundo de los sentimientos, que nos coloca ante el asombro de lo que escapa al conocimiento humano.
Aceptarlo es un acto de humildad y un reconocimiento a la finitud y la pequeñez de nuestra naturaleza.
Los ritos de estas celebraciones, señalan los símbolos que llevamos conciente o inconcientemente en lo profundo de nuestros corazones.
En primer lugar la oración, reflexiva o meditada, magnífico discurso que pone a los hombres en un pié de igualdad...
Nadie es más o menos, nadie es mejor o peor, nadie sobresale ni empequeñece...
Todos por igual elevan su alma hacia las alturas, en un acto de humildad, sinceridad y amor.
Las velas encendidas, el fuego, primer asombro del ser en la prehistoria, sigue siendo un elemento de unión entre los hermanos.
El creyente siente que al prender el cirio establece una vinculación con el más allá, pero también desde acá con todos sus prójimos.
La celebración es grupal, multitudinaria, de todos y para todos.
No hay excusas ni exclusiones.
No hay raza, casta, religión, color o posición social que impida este acercamiento común, de allí el término comunidad.
Y si el mundo celebra, no pelea, no transgrede, no falsea, no miente.
La celebración es alegría, es amor, es paz, es justicia y libertad...
Todas estas condiciones, que hacen a la vida digna de los hombres en el planeta, y que muchas veces no comprendemos o intencionalmente dejamos de lado, se dan sin quererlo y a veces sin tener conciencia en la celebración.
Dice Elías D. Galati
Celebrar hace bien al hombre.
Celebrar hace mejor al hombre.
Celebrar iguala, lima asperezas, termina con las diferencias.
Celebro sin preocuparme por la condición de quién está a mi lado.
Solo sé que es un co celebrante, alguien que celebra conmigo.
Quien vibra con las mismas emociones, tiene las mismas inquietudes y anhela y añora un mundo en paz.
Celebremos las fiestas, celebremos en comunidad, sin exclusiones, con el corazón purificado por el amor.