Creo en mis formas, en mis caminos;
en esos que duelen pero que rinden frutos.
Creo en el sendero de la verdad,
en el sendero difícil.
Creo en mi alma,
en esa porción agazapada de mí.
Creo en mis palabras, en mis frases,
en mis abrazos y en mis miradas.
Creo en quien soy y, por lo tanto,
en quien a pesar de las derrotas
no tengo intenciones de dejar de
ser.
Creo en mi sueño,
en el magnífico sueño que seguiré
construyendo hasta que no me queden
más fuerzas para creer.
Creo en el destino,
en mi historia,
en mis pasos y en mi experiencia.
Creo en mis ganas de dar y creo
en un mundo maravilloso que espera
recibir mi gota de cariño.
Creo en la amistad, en los besos,
en la lluvia,
en las sonrisas y en los secretos.
Creo en mi esfuerzo por crecer,
en mis ganas de crecer.
Creo en la vida,
y en la magia con la que toca
todas las cosas.
Creo en el destino y en un futuro
de recompensa para quienes afrontan
el desafío de ser fieles a sí mismos.
Creo en mí;
sobre todo creo en mí cuando caigo,
cuando no tengo fuerzas,
cuando el viento sopla
y mis velas ceden,
sigo creyendo en aguantar
y en volver con todas mis fuerzas
para seguir y seguir creyendo,
y seguir andando, y seguir viviendo.
Creo en los sentimientos
que pueden hacer de cada día
un sol distinto y por supuesto
Creo en el amor y en ese modo
indescriptible de estar parado
ante la vida, en esa manera intrépida
de hacer transcurrir el tiempo,
en esa forma tan peligrosa y a la vez
tan excitante de tener
el corazón abierto.