No me llames poeta -un nombre con laurel- porque mi voz apenas para cantar acierta; acaso suavizada por amorosa miel, tal vez unos acentos armoniosos concierta.
Puede sí que me escurra por el alto dintel hacia regiones mágicas tras mi azulada puerta, o que salve los mares en barco de papel para poblar de trinos la comarca desierta.
Mi voz no fuera el tono para belleza tanta ni tienen mis adentros un germen de tal genio, el prodigio se opera por la fe simplemente,
lo mismo que madura la minúscula planta a los rayos del sol, milagroso convenio de la abeja y la flor, del ave con la fuente.
Marilina Rébora
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