Meditación breve
Nuestra cultura ha enseñado que las lágrimas son sinónimo de debilidad y que están sólo reservadas para los pequeños y las mujeres. La expresión de la cara sonriente da la idea de triunfo, pero la mayoría asociamos a las lágrimas como un símbolo de derrota. En el ámbito espiritual las cosas son diametralmente diferentes. Las lágrimas son de gran estima a los ojos de Dios, y Él toma en cuenta cuando alguien viene a sus pies gimiendo y llorando ante su presencia. El pasaje de hoy dice que la cosecha exitosa debe estar regada por la siembra con lágrimas. También nos dice que los que lloraron al sembrar cosecharán con gozo inefable.
A nadie le gusta pagar el precio de la siembra con llanto, pero la vida misma nos enseña que cuanto más grande sea nuestro desafío más debemos sacrificarnos y pagar un alto precio. Las cosas sublimes y magnas de la vida no están reservadas para los débiles y apocados sino para los valientes. Los valientes de Dios también lloran, porque el esfuerzo desmedido los hace seguir, no parar e ir más allá de sus propias fuerzas naturales. Este principio de éxito en la vida es válido para las cosas espirituales y materiales. Es un principio del Reino de Dios que operará con sus buenos resultados en todos aquellos que se atrevan a creerle a Dios y a empezar a sembrar con lágrimas su camino. ¡Tus lágrimas valen mucho!
"Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán." Salmo 126:5
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