En el corazón del mensaje en contra del divorcio en el pasaje del Evangelio de hoy está la comprensión de lo que la amistad verdadera significa. Los maridos y las esposas son, antes que nada, llamados a ser amigos de verdad uno para el otro.
La primera lectura describe lo que un amigo verdadero es y no es. Esto aplica para el matrimonio y todas las otras relaciones.
La amistad verdadera es una relación santa. En una amistad santa, nadie deja de querer al otro, no importa lo que suceda. Un amigo santo imita a Cristo, haciendo sacrificios por el bien del otro, dispuesto a hacer lo que ayudará a sanar heridas y vencer problemas.
Cuando los esfuerzos son sólo unilaterales, no es una amistad santa. Quizás tú lo manejes con justicia, pero tú no puedes forzar a la otra persona para que sea santo. Si un marido se niega a ser un amigo verdadero para su esposa, él ha abandonado el matrimonio. Si una esposa nunca pensó ser fiel, no hay nada que el marido puede hacer para hacer el casamiento válido. Cuando las parejas dejan de ser cariñosos, abusando o abandonando, ellos rompen sus votos de unidad; ellos son los adúlteros si se casan con alguien más, no la pareja que es fiel.
El punto es que, nuestras amistades y matrimonios deben ser reflejos de la amistad de Dios, evangelizando el mundo. El ha hecho un Convenio de Amor con nosotros, sellado por el sacrificio de Jesús en la cruz. Los amigos humanos nos fallarán, pero Dios nunca.
¡Cuando aceptamos el Convenio de Amor de Dios, nosotros aceptamos la amistad verdadera, que incluye amar a quienes el ama - que son todos! Siempre que fallemos en amar a alguien, nosotros rompemos nuestra unidad con Dios. El Sacramento de Reconciliación y el Rito de Penitencia durante la Misa restaura esa unidad.
Para mantenernos en unidad con Dios, nosotros tenemos que dar su amor a las personas alrededor de nosotros. Para vivir en su amistad, nosotros tenemos que ser amistosos hacia los demás. Es como el agua en las pipas: Nosotros no podemos sentir la presencia del agua en los tubos a menos que fluya cuando abrimos la llave. Para sentir la presencia de Dios, nosotros tenemos que mantener su amor fluyendo hacia los demás.
Si alguna vez pensamos que Dios ha fallado en ser un Amigo Verdadero, es únicamente porque nosotros hemos dejado de ser un amigo verdadero para él. Cuando las cosas no salen a nuestra manera, nosotros lo culpamos a él o asumimos que él nos está ignorando. En realidad, nosotros estamos abandonando la amistad negándonos a permitir que nos alivie y cure nuestras heridas y resuelva nuestros problemas de una manera inesperada.
En nuestra amistad de convenio con Dios, incluso si las personas a las que amamos nos rechazan el amor que ofrecemos, nosotros no somos fracasados. Con Dios, en nuestros matrimonios y amistades, el amor que damos siempre tiene éxito, porque si es rechazado o la relación termina, el amor fluye de nuevo hacia nosotros directamente de Dios, y nosotros somos bendecidos tremendamente en una intimidad especial de sufrimiento mutuo.