Vive tu día con DIOS.
Comienza el día poniendo los pies en el suelo,
envolviendo tu cuerpo con la Señal de la Cruz
y diciendo: Jesús, Jesús.
Con el comienzo de la jornada no pienses
que está comenzando un día más.
No, este es el día concreto que Dios te brinda
para extender su Reino.
Valóralo como tal y ámalo.
El primer alimento del día es el pan.
Da gracias al Señor por su delicadeza,
y después agradécele también
el primer alimento de tu cuerpo.
Recuerda que Jesús nos dijo:
“Id por todo el mundo. Yo estaré con vosotros
día tras día”. (Mt. 28, 29)
Imagina que te lo acaba de decir a ti, ahora
que comienza éste. Y no te sientas solo
en ningún momento. ¡Él está contigo!
Para que tu acción se convierta en oración,
procura elegir aquellas que más favorezcan
la llegada del Reino de Dios y su Justicia.
Acuérdate de poner tu mirada de paz, cariño y fe
en esa persona que tienes más cerca, ese ambiente
que te rodea, el acontecimiento de hoy,
tratando de buscar y descubrir la presencia
de Dios en todo ello.
A lo largo de las 24 horas, no te obsesiones
con tratar de ver o pensar en Dios a cada paso.
Ya le brindaste ese tiempo...
Le sabes junto a ti y con eso basta.
Pero, aunque no sea más que fugazmente,
salta a la súplica, a la alabanza, a la gratitud
hacia tu Dios. A Él le gustará.
Luego, al caer de la tarde y cansado de tanto luchar,
siéntate junto a Jesús, y reproduce la escena en que
“Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron
todo lo que habían hecho. Entonces Él les dice:
‘Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario,
para descansar un poco’”. (Mc. 6, 30-31)
Por fin, ya no te queda más que recordar
aquello de que siervos inútiles somos.
Pídele disculpas y entrégate al sueño
con la confianza de quien se sabe en brazos
del más tierno de los Padres, y a soñar...
Soñar con la lucha de mañana, de nuevo junto a Él
Autor ???.
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