Si doliese el alma
como duele el cuerpo,
habría largas colas en los confesonarios.
Si fuera tan fácil salir de prisión
como confesar los pecados,
las cárceles se vaciarían
Si fuera tan fácil dormir en paz
como decir los pecados,
sobrarían los barbitúricos.
Si al obra mal no sintiésemos remordimiento,
la Tierra sería ya el Infierno.
Si confesando el mal volvemos a caer,
sin confesarnos, nunca nos levantaríamos.
Si los ateos tuviesen un grano de fe,
inventarían algo parecido a la confesión.
Si alguien rechaza el perdón de sus culpas,
no necesita mayor castigo y penitencia.
Si alguien se gloría de sus pecados,
es que nunca miró a los ojos a Jesús crucificado.
Si hay pecadores insensibles al perdón
es porque nadie los abrazó con amor en su vida.
Padre Rivilla San Martín
Sacerdote