Cuando rebaso la puerta y salgo con pasos apresurados, sin medida, me doy cuenta, nos damos cuenta ambos, que las pisadas, las nuestras, no dejan rastro.
Sin embargo salto dentro de la ciudad a jugar con el eco y las alas de las palomas, tomo los suspiros de los que pasan entre las manos, el aire tampoco deja rastro, pero su olor, el tuyo, permanece infinitos segundos dando giros en mis pulmones.
Dejo caer las horas en la avenida, detrás de las sombras, en donde historias como la nuestra, se revuelven y se juntan como una parvada de pájaros en vuelo.
Es ahí cuando tu estas lejos y no se si tu regreso es una posibilidad o mi propio laberinto, en el que he de caer infinitas veces.
Es ahí cuando me pregunto lo que no se y me contesto afirmativamente lo que desconozco.
Es ahí en donde me golpea tu ausencia y me hago pedazos que no se juntan de nuevo, que se escapan de mi.
Es ahí donde quisiera al terminar el día tener la certeza de tu cuerpo, de tus labios ungidos en los míos, de tu sonrisa que siempre, por fortuna, ha sabido derribar tinieblas.
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