ANOCHE SOÑÉ
Anoche por fin soñé,
soñé que tú me querías
y una lágrima furtiva
al despertar abracé.
En el tálamo admiré
tu torso frío y desnudo,
y dos lunares menudos
con mi mano acaricié.
Te volviste hacia mí,
hombre de frías montañas,
y entre edredones y sábanas,
tus anhelos comprendí.
La dulce miel de tus labios,
enamorada bebí,
con ardiente frenesí,
como recetan los sabios.
Sólo entonces vislumbré,
a través de la ilusión,
los ojos de la pasión
que en tu rostro dibujé.
En mi mirada la aurora
se reflejaba dichosa.
Me sentí como una diosa
humilde y adoradora.
En mis ojos el amor
grabó la más bella impronta,
una caricia muy honda,
espejo de tu fulgor.