Mario Vargas Llosa. Premio Nobel de Literatura 2010
Todas las flores del desierto están
cerca de la luz.
Todas las mujeres bellas son las que yo he visto,
las que andan por la calle con abrigos largos y
mini faldas, las que huelen a limpio y sonríen
cuando las miran. Sin medidas perfectas,
sin tacones de vértigo. Las mujeres más bellas
esperan el autobús de mi barrio o se compran
bolsos en tiendas de saldo. Se pintan los ojos
como les gusta y los labios de carmín de chino.
Las flores del desierto son las mujeres que tienen
sonrisas en los ojos, que te
acarician las manos
cuando estás triste, que pierden las llaves al
fondo del abrigo, las que cenan pizza en grupos
de amigos y lloran sólo con unos pocos,
las que se lavan el pelo y lo secan al viento.
Las bellezas reales son las que toman cerveza y
no miden cuántas patatas han comido,
las que se sientan en bancos del parque
con bolsas de pipas, las que acarician con ternura
a los perros que se acercan a olerlas.
Las preciosas damas de chándal de domingo.
Las que huelen a mora y a caramelos de regaliz.
Las mujeres hermosas no salen en revistas,
las ojean en el médico, y esperan al novio,
ilusionadas, con vestidos de fresas.
Y se ríen libres de los chistes de la tele,
y se tragan el fútbol a cambio de un beso.
Las mujeres normales derrochan belleza,
no glamour, desgastan las sonrisas mirando
a los ojos, y cruzan las piernas y arquean la espalda.
Salen en las fotos rodeadas de gente sin retoques,
riéndose a carcajadas, abrazando a los suyos
con la felicidad embotellada de los grandes grupos.
Las mujeres normales son las auténticas bellezas,
sin gomas ni lápices. Las flores del desierto son
las que están a tu lado. Las que te aman y las
que amamos. Sólo hay que saber mirar más allá
del tipazo, de los ojazos, de las piernas torneadas,
de los pechos de vértigo. Efímeros adornos,
vestigios del tiempo, enemigos de la forma y
enemigos del alma. Vértigo de divas
y llanto de princesas.
La verdadera belleza está en las arrugas
de la felicidad...