¿Me amas?
La respuesta de Pedro a esta pregunta
escrutadora, dista mucho del arrojo desafiante
que había manifestado sólo unos días atrás
al declarar: "Aunque tenga que morir contigo,
no te negaré" (Mateo 26, 35).
Nuestro individualismo, nuestro yo natural,
habla con atrevimiento y manifiesta sus sentimientos,
pero el verdadero amor de nuestro yo espiritual
se manifiesta solamente al experimentar el dolor
causado por esta pregunta de Cristo.
Pedro amaba a Jesús como cualquier hombre
aprecia a una buena persona, pero no es más
que un amor emotivo, puede llegar hondo
en nuestro yo natural, pero nunca penetra
en el espíritu.
El amor verdadero nunca se declara en forma simple.
Jesús dijo: "Todo aquel que me confiese delante
de los hombres, también el Hijo del Hombre
le confesará delante de los ángeles de Dios" (Lucas 18, 2).
A no ser que experimentes el dolor de hacer
frente a todas las trabas con que nosotros
nos engañamos, obstaculizarás la obra de
La Palabra de Dios en nuestras vidas.
La Palabra de Dios nos hiere más de lo que pueda
hacer el pecado, pues el pecado embota nuestros
sentidos, pero la pregunta del Señor intensifica
nuestra sensibilidad hasta el punto que el dolor
que produce se convierte en lo más exquisito
que se pueda concebir.
Duele no sólo a nivel natural, sino a nivel
Espiritual; porque "La Palabra de Dios es viva
y eficaz, y penetra hasta la división del alma
y del espíritu" hasta el punto en que no pueda
existir engaño (Hebreos 4, 12).
Cuando el Señor hace esta pregunta, es imposible
pensar y responder de forma apropiada, porque
cuando Él nos habla de manera directa, el dolor
es demasiado intenso. Hace tanto daño que
cualquier parte de nuestra vida que pueda estar
en discordancia con Su Voluntad siente el dolor.
Nunca hay confusión para sus hijos en el dolor
causado por La Palabra de Dios, sino que
en el momento en que sentimos el dolor...
¡es cuando Dios nos revela Su verdad!