“POEMA LXII”
Dulce Maria Loynaz
Sobre mi boca esta tu mano; tu mano tibia, dura… infinitamente dulce.
Atraves de tus dedos se escurre la canción rota como un poco de
agua entre la hendeduras de una piedra.
Sobre mi corazón está tu mano: pequeña losa suave.
Abajo, el corazón se va aquietando poco a poco.
En mi cabeza tu mano: el pensamiento plomo derretido en molde va tomando
la forma afilada y recta, recta de tus dedos.
En mis pies, también tus manos: anillos de oro fino.
Tus mano delicadas y fuertes, delicadas y fuerte como las manos de un rey niño.
Los caminos se borran en la yerba crecida.
En mis pies tus manos. En mis hombros, tus manos.
En mi vida y en mi muerte, tus manos.
Tus manos, que no aprietan ni imploran, que no sugetan, ni golpean, ni tiemblan.
Tus manos que no se crispan, que no se tienden, que no son mas que esto,
tus manos, y ya todo mi paisaje y todo mi horizonte…
Horizonte de cuarenta centimetros, donde he volcado mi mar de tempestades.
Dulce Maria Loynaz