CAMINANDO SOBRE LA ARENA
Caminando sobre la arena mojada,
dejaba mis huellas, mis fracasos,
lloraba aquella tarde, enamorada,
deseando perderme entre tus brazos.
Más hay que mi llanto y mi congoja,
en aquel inmenso mar de caracolas,
me traen su recuerdo y me sonroja,
y quedan confundidas con las olas.
Solitaria voy pensando en el vació,
que desgarra mi alma al no tenerte,
que me causa el saber que no eres mío,
sentirte cerca, no pudiendo poseerte.
El mar es mi refugio cuando llora,
mi alma perdida en cruel hastió,
sintiendo una sed devoradora,
y mi cuerpo muriéndose de frío.
Allí voy a perderme con las olas,
y me duerme su vaivén, adolorido,
y contemplo coloridas barcarolas,
de amores que se van a otro nido.
Que triste es el amor cuando consume,
de la vida la llama que mantiene,
la risa en los labios que presume,
de amores que jamás ella retiene.
Así se le han ido mil amores,
sus besos, sus caricias la han dejado,
pálida como las blancas flores,
que yacen desmalladas por su amado.
La risa en una mueca dibujada,
tristeza al contemplarla tan esquiva,
dejando sus huellas en la nada,
y su cuerpo como barco a la deriva.
El mar es testigo de sus quejas,
la arena de sus huellas y su llanto,
y está su corazón entre las rejas,
y la brisa la envuelve en su quebranto.