Como esos ocasos perdidos en la distancia,
esas puestas de sol divinas, divisadas a lo lejos,
es nuestra madurez que hoy nos alcanza,
y nos deja extasiados, siendo viejos.
Como una noche preñada de luceros,
y como un pequeño rió corriendo lento,
una poesía, o canciones escuchadas a lo lejos,
en nuestra vida llegando a su momento.
Ahora recordamos viviendo de ilusiones,
las horas de amor que ayer tuvimos,
las tantas veces que amamos siendo jóvenes,
los poemas de amor que escribimos.
Somos otoño, sin hojas, somos tiempo,
que corre inexorable sin medida,
preguntándonos casi sin aliento,
en donde quedo la juventud perdida.
