El Divino servidor
Cuando Jesús nació, una estrella más brillante que las otras lucia en pleno Cielo,
indicando el pesebre. Al principio,
poca gente conocía su misión sublime.
Pero en verdad, asumiendo la forma de un niño,
venia el, de parte de Dios nuestro Padre Celestial,
con el fin de santificar a los hombres e iluminar los caminos del mundo.
El Supremo Señor que nos lo envió en buena hora,
es el dueño de todas las cosas,
millones de mundo están gobernados por sus manos,
en su poder todo lo abarca, desde el sol distante,
hasta el gusano que se arrastra bajo nuestros pies: y Jesús,
emisario de El en la Tierra, modifico el Mundo entero.
Enseñando y amando, aproximó a las criaturas entre si,
esparció la simientes de la compasión fraternal,
dando ocasión para la fundación de hospitales y escuelas,
templos e instituciones consagrados a la elevación de la humanidad,
influenció, con su ejemplo y lecciones, en los grandes imperios,
obligando a príncipes y administradores, egoístas y orgullosos,
a modificar sus programas de gobierno.
Después de su venida, las prisiones infernales,
la esclavitud del hombre por el hombre,
la sentencia de muerte indiscriminada a cuantos no pensasen de acuerdo
con los más poderosos, dieron lugar a la bondad salvadora,
al respeto por la dignidad humana y por la redención de la vida,
poco a poco.
Más allá de esas gigantescas obras, en los dominios de la experiencia material,
Jesús, convirtiéndose en el maestro divino de las almas,
hizo aún mucho más. Probó al hombre la posibilidad de constituir el reino de paz,
dentro del propio corazón, abriendo la senda celestial a la felicidad de cada uno de nosotros.
Entre tanto el mayor embajador del cielo para la tierra fue igualmente un niño.
Vivió en un hogar pobre y humilde,
tanto como ocurre con millones de niños,
pero no pasó la infancia despreocupadamente,
tuvo compañeros cariñosos y jugó junto a ellos.
No obstante, era visto diariamente trabajando en una carpintería modesta.
Vivía con disciplina. Tenia deberes para con el serrucho, el y martillo y los libros.
Por representar al supremo poder, en la tierra, no se movía a voluntad, s
in ocupaciones definidas.
Nunca se sintió superior a los pequeños que le rodeaban y
jamás se dedico a la humillación de sus semejantes.
Porque un joven mantenido libre, sin obligaciones de servir,
atender y respetar, permanece en peligro.
Hijo de padres ricos o pobres, el niño desocupado es invariablemente
un pobre vagabundo que aspira al titulo de malhechor,
en todas las circunstancia aunque no
posea orientadores esclarecidos en el ambiente que respira,
el joven debe procurar el trabajo edificante, en el que pueda ser útil al bien general,
pues si el propio Jesús, no necesitaba de ningún amparo humano,
ejemplificó el servicio al prójimo,
desde los años más tiernos,
¿Que no debemos hacer a fin de aprovechar el tiempo que nos es concedido en la tierra?.
¡Maestro amado! Acéptanos el corazón en tu servicio, y señor no nos deje sin tu lección.
Enséñanos a obedecer en la extensión del bien,
para que sepamos administrar para la gloria de la vida.
Corrigenos el entusiasmo, con el fin de que la pasión inferior no nos destruya. Modéranos la alegría,
alejándonos del placer vicioso.
Rectificamos el descanso, para que la ociosidad no nos domine.
Ayudamos a gastar el tesoro de las horas, distanciándonos de las sombras del día perdido.
Inspíranos el coraje, evitándonos la caída en los peligros de la precipitación.
Oriéntanos en la defensa del bien, del derecho y de la. Justicia, con el fin de que no
nos convirtamos en simples juguetes de la maldad y de la indisciplina.
Dirigenos los impulsos para que nuestras fuerzas no sea movilizada por el mal.
Iluminamos el entendimiento, de modo que nos inclinemos felices antes las sugestiones
de la experiencia y de la sabiduría, a fin de que la humildad nos preserve contra
las sombras del Orgullo.
¡Señor Jesús, nuestro valeroso maestro,
ayúdanos a estar contigo en los momentos de fracaso y aflicción,
a si como en los momentos de alegría!
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