Sobre la seda tranparente de mi solitario cuerpo ardiente
sabores de grama verde enciéndeme con tu cálido aliento
pincela trazas de amor sobre mi estéril senda, cándidamente
con tu sagrario impide a las zarzas que me ciñan totalmente.
Cédeme el beso de amor que se posa cual suave mariposa
siempre cavando la muralla de las olas, ovilla la madeja
al narrar esta novela, que zarpa con la brisa que alboroza
hacia el jalón que acrisola al amor y aquilata una pareja.
Prueba conmigo el viento del naciente que huracanado sopla
sobre el paso cálido que silente, nos eleva y nos transporta
paladeando del amor eterno el timbre claro, en cada copla.

Cedo el suelo invulnerable y diáfano de mis lánguidas sábanas
sosegadas por el fanal de tus mieles recorriendo mis espacios
no tornes, te suplico, mi santuario inestimable en horas vanas.