Un hombre lloraba sentado en el liso suelo de una plaza:
-No tengo nada. Estoy en la ruina.
Soy el más pobre y desposeído de todo el pueblo.
-¿Te gustaría tener algo de dinero?
-preguntó un desconocido al escucharlo.
-¿Lo ves? Hasta me ofrecen limosna...
¡Qué terrible es mi situación!
-No te ofrezco limosna. Quiero comprarte algo -dijo el hombre.
-¿No te das cuenta de que no tengo nada? ¿No lo entiendes?
¿No me ves vestido con harapos y durmiendo en esta plaza?
-Eso es yo no veo muy bien.
Un famoso cirujano me ofreció devolverme la vista
si conseguía unos ojos sanos. Te compro los tuyos.
El hombre retrocedió asustado.
Quien le hablaba estaba loco o borracho.
-No creas que estoy borracho
-le dijo como adivinando su pensamiento.
-Te ofrezco un millón por tus dos ojos...
-Estás loco- le dijo el otro-.
Vete de mi vista antes de que te dé un puntapié.
-Eso- dijo el comprador-, eso.
También podría ofrecer un millón por tus pies,
los míos casi no me sostienen.
El hombre levantó el puño amenzante y gritó enfurecido:
-Si no te vas de aquí ahora mismo...
-Dos millones por tus manos- fué la única respuesta.
De pronto se dió cuenta
de que el extraño viajero hablaba en serio.
Lo supo cuando vio que de sus mangas anchas
asomaban dos deformes muñones.
-Vete. Te lo pido por favor.
No quiero venderte nada de lo que me pides.
-Eres muy afortunado. ¿Lo sabías?
El hombre hizo un silencio y luego dijo, casi para si mismo:
-Acabo de enterarme...