¿A qué temo más?
El hombre. Un cascabel de temores, inseguridades
y angustias. Los corazones de las personas se llenan
de miedo de perder el empleo, miedo de ser abandonado,
de enfermarse, de perder a los seres queridos,
miedos de todo tipo.
¿Pero, existe algún temor que sea de alguna manera útil
en mi camino de crecimiento espiritual? Claro que existe:
es el temor de no ser digno, de errar el camino.
Temo a mí mismo, temo no ser digno de Dios, temo
no tener la fortaleza suficiente para no pecar, temo
olvidarme que sólo Dios Es, temo pensar
que SOY algo, que algo es mérito mío.
Este Santo Temor, Santo porque significa que no quiero
ofender a Dios, es la base del Temor de Dios, ese importante
Don del Espíritu Santo. Temer no ser capaz de agradar al Señor,
temor de no estar interpretando la Voluntad de Dios del modo
correcto, temor de estar actuando por las necesidades del ego
(ese falso ídolo que construimos en nuestro interior) en lugar
de satisfacer el querer de Jesús.
Cuando el temor de Dios se coloca por encima de nuestros
temores terrenales, los miedos cotidianos se terminan de un plumazo.
Si mis temores se basan en mi deseo de agradar al Creador,
¿por qué temer a los dolores que pueda tener en este mundo?
Nada se interpone, todo se resume en la mirada de Jesús puesta
en nosotros. ¿Por qué temer entonces a la muerte, los problemas
de trabajo o salud? Si la Voluntad de Dios se manifiesta en nuestras
vidas dándonos alegrías o pruebas, ¿por qué voy a temer a lo que
me pueda pasar, si todo es parte del plan de Dios?.
Cuando algo grave pasa en nuestra vida, enfrentamos la prueba suprema: algunos, entonces, se enojan con Dios porque no pueden entender
que Él envíe algo malo sobre sus vidas. ¡No tienen temor de Dios!
¿Cómo poder enojarse con Dios? ¿Cómo puede uno pretender saber
qué es bueno o malo para nuestra vida? Sin embargo ocurre a diario.
Otros (al enfrentar momentos de supremo dolor) se entregan aún más
a Dios, entendiendo que el alma nada puede ni nada DEBE hacer frente
a la Voluntad Divina. De este modo sus almas se purifican en el crisol
del dolor, que quema las impurezas y desintegra los deseos de la propia
voluntad, uniendo el alma a la Voluntad del Creador. Nada importa,
sólo interpretar la Voluntad del Señor en nuestras vidas, y seguirla.
No podemos pretender entender por qué Dios hace las cosas, sólo Él
conoce el plan de nuestra vida. Entonces, no se debe temer a las cosas
del mundo, sólo debemos temer a nuestra propia debilidad, a nuestra
incapacidad para agradar al Señor.
Temo ser uno más que clava espinas en Tu Santa Frente, Señor.
Temo agregar más peso a la Cruz que este mundo sigue cargando
sobre Tu Espalda. Temo ser un clavo en Tus Santas Manos.
Temo ser la espada que atraviesa tu Sagrado Corazón.
¡Temo no ser un consuelo para Ti, Señor!
Santo temor de Dios, sé mi brújula cada día. Ahuyenta los falsos
temores del mundo, dame la fortaleza necesaria para no tener miedo
alguno a los avatares de mi vida. Vacíame de mi mismo, hazme
un hueco profundo en el que pueda entrar Tu Santo Espíritu.
¡LLÉNAME DE TI, SEÑOR…!
Sergio Irizarry
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