Bordados de la vida
Cuando yo era niño, mi madre trabajaba mucho cosiendo.
Yo me sentaba en el suelo, miraba y preguntaba
qué es lo que estaba haciendo.
Ella me contestaba que estaba bordando.
Todos los días yo hacía la misma pregunta y ella
me contestaba lo mismo. Yo observaba su trabajo
desde una posición abajo de donde ella se encontraba
sentada, y repetía: “Mamá, ¿que es lo que estás haciendo?”
Le decía que, desde donde yo la miraba,
lo que estaba haciendo me parecía muy extraño y confuso.
Era un amontonado de nudos e hilos de diferentes colores,
largos, cortos, unos gruesos y otros finos...
Yo no entendía nada.
Ella sonreía, miraba hacia mí y de manera amable me decía
“Hijo, sal un poco a jugar, y en cuanto termine mi trabajo
yo te llamaré y te tomaré en mis brazos y dejaré que veas
el trabajo desde mí posición”.
Pero yo seguía preguntándome desde abajo donde estaba:
¿Por qué ella usaba algunos hilos de colores oscuros y otros claros?
¿Por qué me parecían tan desordenados y enmarañados?
¿Por qué estaban tan llenos de nudos y puntos?
¿Por qué había tantos nudos y hilos enredados entre sí?
¿Por qué no tenían aún una forma definida?
¿Por qué tardaba tanto para hacerlo?
Un día, cuando yo estaba afuera jugando, ella me llamó.
“Hijo, ven aquí, déjame tomarte en mis brazos”.
Me sentó en su regazo y me sorprendí al ver el bordado.
No lo podía creer, ¡desde abajo me parecía tan confuso!
Pero, desde arriba, he podido ver un paisaje maravilloso.