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General: Corpus Christi
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: stefy1945  (Mensaje original) Enviado: 14/06/2013 16:54
Corpus Christi
¿Somos lo que comemos?
Autor: Germán Díaz
Religioso Salesiano. Lic. en Comunicación Social
germansdb@gmail.com
En la fiesta de Corpus, acentuamos la importancia del sacramento que alimenta nuestra vida espiritual y nuestra vida de fe, pero no solo eso. En definitiva, el pan que comemos ya no es pan: Es Cristo mismo. La Iglesia, durante mucho tiempo, dio instrucciones precisas con extremos cuidados para no caer en la profanación de tan alto acontecimiento divino en la comunidad religiosa humana.
Esta es la fiesta, quizá, más comprometida, porque alguien dijo que uno es lo que come. Si comemos a Cristo, pues somos él. Los católicos, a veces, no estamos del todo convencidos de la verdadera realidad del acontecimiento eucarístico. A menudo, pasamos a comulgar por costumbre o para no quedarnos solos en el banco de la iglesia. Cuánta gente, después de comulgar, va a rezar a las estatuas de yeso o besa las cruces. Tienen al mismo cuerpo de Cristo en su interior, pero lo siguen buscando donde no está verdaderamente.
Varias personas, aun con Jesús en su vientre, mantienen resentimientos, envidias, recelos…; o se empeñan en no saludar a tal o cual, o no quieren compromisos ni pérdidas de tiempo a la salida de la misa con los pobres que siempre se agolpan en la puerta de los templos.
Nos llaman los “come hostias”, y con algo de razón, porque el que come un alimento nutritivo mejora o engorda, pero en la iglesia pasa muy seguido que quienes más comen parecen más alejados del amor, del perdón o de la misericordia. Se creen buenos por solo comulgar, se sienten realizados por figurar en las filas de los que reúnen las condiciones básicas del sacramentalismo. Como decía una antigua catequista amiga: “El supermercado de los sacramentos”; y ahora podría agregar yo: “La tienda de los insumos descartables”. Sirven para un momento, pero no cambian la vida…
Si tanta comunión y tantas hostias alimentan la hipocresía y la tibieza de los católicos, ¿por qué seguimos propiciando la frecuente comunión como un hábito, una práctica o una costumbre diaria que hace saltar a los ángeles de alegría, pero, entre los hombres de este mundo, todo continúa igual y, a veces, peor?
Conocí a un hombre de comunión diaria, nadie sabía excepto yo que todos los días comulgaba antes de ir a trabajar. Nadie sabía que ese señor sacrificaba una hora de sueño por día para ir a rezar y recibir la eucaristía. Tampoco nadie lo tenía en la lista de personas confiables o recomendables para hacer un favor o, como se dice en criollo, “hacer una gauchada”. Era un prolijo católico de misa diaria, pero nada más que eso. De evangelizar, ni hablar, de ayudar a alguien tampoco. Era demasiado fino, serio y estructurado como para dedicar unos minutos a escuchar o aconsejar a alguien. Nadie conocía mucho de su vida. Nadie sabía que en su interior, todos los días, estaba Cristo en su cuerpo, hecho pan, transformado en alimento. Nadie supo nada ni nadie cambió su vida por cruzarse todos los días con un hombre serio, ordenado y limpio, que no estaba en la lista de ninguna fiesta de cumpleaños, ni surgía de sus cotidianeidad algún gesto, alguna sonrisa. Era solo un buen católico practicante.
Nuestra vida de fe se realimenta en la comunidad. El pan es uno, y nosotros debemos ser uno. Quizá nuestra Iglesia Católica tenga muchos defectos, pero la unidad es el bien mayor que la caracteriza. Algunos quieren verla desunida, sin embargo, no lo lograrán si el punto de unidad es Jesús. Tal vez, las causas de la unidad sean: el compartir la eucaristía todos los domingos con una sola liturgia y un solo signo. También la Virgen María es la que une a sus hijos en una sola Iglesia.
Por cierto, la unidad también se expresa muy visiblemente en el Papa, que es el centro de la unidad eclesial. Una tríada compuesta del Cuerpo de Cristo en la eucaristía, la Virgen María y el Sucesor de Pedro. Lo demás puede ser causa de división. El sueño de Don Bosco sobre la barca de la Iglesia sujetada por dos columnas nos ayuda a entender esa unidad mística: El 30 de mayo, Don Bosco contó que había visto en sueños una batalla terrible en el mar, desencadenada por una multitud de embarcaciones pequeñas y grandes contra una sola nave majestuosa, símbolo de la Iglesia. La nave, tocada varias veces, pero siempre victoriosa, logró echar el ancla, guiada por el Papa, sobre dos columnas que se levantaban entre las olas. La primera exhibía, en lo alto, una sagrada Forma con el escrito “Salus credentium”; en la otra, más baja, había una estatua de la Inmaculada con las palabras “Auxilium Christianorum”...
La eucaristía es un don precioso que nos ha dejado el mismo Jesús para nuestro sostenimiento espiritual. La eucaristía nos une en comunidad y materializa ese gran misterio de Dios que se hace uno entre nosotros.
Esteban Arandilla.
Dpto.Operaciones.
Jardin del Pilar S.A.


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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: Taty Enviado: 15/06/2013 02:17

Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: Cris de Arg Enviado: 16/06/2013 16:18


 
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