El tibio aire roza
las últimas sombras de la noche.
La luna aislada ya en su sueño
da paso a la quietud mágica
de un amanecer silencioso
con el incipiente rubor
que perfila el horizonte.
El sol comienza a asomar
despertando lentamente
hilado en brillo de oro
con serena fantasía
tiñendo el cielo de rojo
con ese ardor sin lenguaje
que hace que todo sea nuevo
al nacer un nuevo día.