Él solía pensar que la vida era vana y muy mala, que no merecía ser feliz. Hombre de humilde corazón, un gran escritor, pensador; narraba con sabiduría partes de su vida y además tenía la habilidad de convencer a los demás frente a sus pensamientos, que por cierto lo llevaban de la mano al nadaísmo tantas veces. Muchos le escuchaban en silencio, otros tantos cuestionaban sus lamentos. Quiso sobresalir con la escritura, darse a conocer al mundo literato. Viajar, recorrer el País. Plasmar bellos cuentos, inspirar en el alma de las mujeres que amo, versos de amor. A su corta edad iba proclamando entre sus conocidos cuanto amaba escribir poemas, poemas que tenían un tinte especial: Unos de amor real, otros sobre el mar y algunos tantos sobre la realidad.

¿A qué realidad se refería el escritor? A las cosas que la vida nos lleva a vivir. De él conocí el amargo sabor de la desesperanza, al decir que de que valía luchar y tener grandes sueños si al final nada le salía bien. Vi en sus ojos la tristeza, la soledad que suele acompañar a los bohemios y artistas que día a día esculpen con sus manos pedazos de letras y tallan palabras que saben a desilusión. Un día me senté junto a la ceiba del parque viejo donde nací, allí pude tener un dialogo a solas con el escritor; me dijo que en la vida existían dos caminos para andar: uno tenía sabor a olvido y el otro olor a fe. Le dije que a mí me gustaba el segundo, porque este mundo necesitaba tanto de la fe como el día necesita del sol para iluminar y abrigar en su vientre cálido a la humanidad.

Él me miró un poco perplejo y me dijo que de que valía la fe si no hacíamos grandes cosas para cambiar y ser mejores personas. Le contesté que a muchos nos gustaba perseverar y poder algún día quizás conquistar metas y sueños. Me respondió que: siguiéramos perseverando que tal vez un día no lejano la estrella alumbraría nuestros caminos y podríamos soñar con un mundo mejor. Ese día pude entender cuánto le costaba al escritor reconocer que era un buen ser humano, a pesar que muchas veces nos hiciera pensar en su mundo nadaista. Vi en el fondo de sus ojos que creía en el Dios de los cielos y de la tierra. A pesar del rencor que sentía por los vejámenes de la vida, por no haber tenido en su infancia lo que muchos venimos a buscar y a encontrar; como es el amor y apoyo de una familia amoroso, tierna y muy comprensiva.

Aquí entendí porque él sentía tanto rencor y porque había perdido la fe. También reconocí en su voz tierna y apagada a pesar de todo lo que había vivido, que la vida vale la pena vivirse al máximo sin temor a perder y con mil ansias de ganar. Que los humanos debemos aprender a vivir el día a día y darle a cada día su afán y lucha. Que para nada es bueno adelantarnos al futuro, pues de eso se encarga la divina providencia y los ángeles que nos custodian y nos guían por los caminos y senderos. Esta tarde sentí el letargo de la soledad, miré tras el cristal de la vida, un tanto empañado. Recordé las esperanzas perdidas bajo el yugo de la desesperación, también recordé al poeta, al escritor de letras que dialogó conmigo en el parque junto a la vieja ceiba. Me pregunto:

¿Dónde andará, será que hoy en día está recorriendo el país y se está dando a conocer con su escritura? Perpleja miré el horizonte azul como el mar. El alba acompañó mi soledad, tomé una taza de café para disipar el frío y ahuyentar los fantasmas del olvido. Como cuesta reconocer que cada camino tiene sus atajos y que cada quien hace de su vida una fiesta o la convierte en tragedia. "Me gustaría tanto encontrar al escritor, quizás regalando autógrafos y firmando sus libros. Como quisiera ser también poetiza y regalar sonrisas acompañadas de fe”, para sembrar en la tierra en la tierra donde sé, qué hace mucha falta apoyo para poder florecer.

Tú que viajas por senderos y recorres más caminos; si un día ves al poeta que transformó mi destino, dile que yo aún lo espero para poder saborear un mundo lleno de versos que nos hagan inspirar y la cortina de hielo sea rota al pasar. Que los hombres de la tierra se vistan en realidad de mucha fe y esperanza, para poder conquistar un mundo lleno de ensueños y de mucha realidad, para que el planeta tierra pueda por fin abrigar, en su vientre misterioso un mundo lleno de paz. La vida cargada de sorpresas, pues ayer yo me di cuenta que el escritor a partido, al mirar sobre la tumba un adagio que él ha escrito:

¡Aquí descansa un poeta!, el poeta del amor sé que sentirás tristeza, pero abre tu corazón y recuerda que la vida es un paseo señor, por eso no esperes nunca y no sigas postergando, dale sentido a tu vida, mientras te encuentres viajando, pues el bus en el que viajas un día te irá dejando.

 

Así de simple es la realidad.



D/A