No las vi, si las hubo, señales que me advirtieran que el amor tuyo no era para mí. Por eso andando seguí llamada por tu mirada que el corazón me encendía, y cuando llegar creí al anillo de tus brazos, rompiste todos los lazos y en el olvido caí. Morir puede ser a veces, el instante en que sabemos que nunca más volveremos a encontrar los ojos que nos amaron, las voces que nos nombraron al pasar. Después se sigue viviendo, si es que se puede llamar vivir, y dejarse ir, no importa como ni cuándo, simplemente desandando recuerdos hasta partir. Caminar, para encontrarte, fue tan sólo caminar. Pero el regreso –dejarte- fue comenzar a arrastrar el paso cual bestia herida que no entiende que la vida se le esta yendo al andar.
d/a
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