Cada año,
mi cumpleaños seguía el mismo ritual. Mi madre venia a verme,
aquel día de otoño
y cuando abría la puerta, la encontraba parada en el umbral
sobre un montón de hojas secas que el viento arrastraba hasta la grada. Por lo general era un día frío,
y ella siempre se presentaba
con un regalo de cumpleaños bajo el brazo,
algo pequeño y precioso
que hacía tiempo necesitaba,
algo que no sabía que me hacía falta. Entonces abría el regalo con gran cuidado,
y luego lo guardaba junto
con mis tesoros más preciados,
pues para mí los obsequios
mas frágiles son aquellos
que vienen de la mano de una madre. Si mamá pudiera visitarme hoy
en mi cumpleaños,
la traería al calor de mi cocina,
tomaríamos una taza de té
y contemplaríamos las hojas
chocar con la fuerza del viento¡¡¡
D/A |