La voz apenas.
Pero la voz de esa mujer
era la única sirena
para el oído turbulento
en las sensuales odiseas.
Y me he quedado con la voz
de esa mujer -la voz apenas-
como se quedan los marinos
oyendo el mar desde la arena.
Cuán tristes son los marineros
que ansiaron muerte en la tormenta,
y junto al mar, un cualquier día,
la muerte encuentran en la tierra.
(Alberto Angel Montoya)