Se
habla de manos y pies callosos, pero se dice poco de corazones
callosos. Sin embargo... cuánta gente hay viviendo por allí como si no
fuera posible tener sentimientos porque un día fueron lastimados.
Las
personas muy duras, que parecen indiferentes al amor, cariño y ternura,
son personas endurecidas por la vida. Son víctimas de un dolor que no
supieron administrar.
Una
empresa mal administrada va a la quiebra; un corazón mal dirigido va a
la ruina. Nosotros somos los gerentes de nuestra vida. Nos corresponden
las decisiones importantes que guíen nuestro camino.
¿Alguna
vez has andado con zapatos muy apretados? Al principio nos aguantamos,
incluso ponemos buena cara y decimos que después se van a ablandar. Pero
no siempre es así y pasado algún tiempo, caemos en la cuenta de que
aunque las piedras del camino puedan hacernos mal, es preferible dejar
esos zapatos, aún siendo los que tanto habíamos deseado y que adquirimos
haciendo sacrificios.
Hay
personas que dejan calloso nuestro corazón. Forman parte de nuestra
vida y las amamos, pero nos hacen mal... tanto, tanto que acabamos
cerrando poco a poco las puertas de nuestro corazón a otras
posibilidades. Nos encerramos dentro de él y vivimos en la oscuridad de
nuestra propia sombra.
No
permitas que alguien lastime tu corazón hasta el punto de dejarte
insensible. No dejes de creer en las estrellas porque un día nubes
negras oscurecieron tu cielo.
Si
tu corazón está calloso, cuídalo con más cariño todavía. ¡Que sea él
que transforme la actitud de los demás en relación a tu persona y no al
contrario! Si alguien a quien amas solo quiere jugar con tu corazón, tal
vez esa persona no merezca el amor que tú sientes. Y por más difícil
que sea, cuida tu corazón de las asperezas, no permitas que las
decepciones lo endurezcan.